Tileiro (Gallego) | Tília-de-folhas-pequenhas, Tília-de-folhas-grandes (Portugés) | Small-leaved lime, large-leaved lime (Inglés) | Tilleul (Francés)
Tilia era el nombre latino con que los romanos conocían al tilo. Los tilos son nativos de las regiones templadas del hemisferio norte. Comprende una treintena de especies, que se distribuyen a lo ancho de Asia, Europa y el oriente de Norteamérica.
Existen además numerosos híbridos espontáneos y artificiales, un factor que dificulta la elaboración de una taxonomía precisa para la especie.
En la Península Ibérica, de forma natural, se limita a la franja norte. Habita desde los Picos de Europa, País Vasco y Navarra hasta las zonas más orientales de Pirineos. Se usa habitualmente como planta ornamental en parques, jardines y vías públicas.
Son árboles de buen volumen de crecimiento que llegan a vivir hasta 900 años, alcanzando entre 20 y 40 m de altura, con fustes rectos de hasta un metro de diámetro, caducifolios.
Las hojas son cordiformes, con borde aserrado, de hasta 20 cm de ancho, de color verde oscuro en el haz y verde claro plateado en el envés, fuertemente aromáticas.
Las flores de este árbol son muy aromáticas, en forma de pequeños racimos amarillos acompañados de una hoja modificada o bráctea alargada en forma de lengüeta. Son muy visitadas por las abejas para obtener polen.
Se conocen desde antiguo las propiedades calmantes, antiespasmódicas y sedantes de la tila. Para elaborarla se utilizan las flores con la hoja modificada (bráctea). Se recogen al madurar en verano, se dejan secar, se trocean y ya las tenemos preparadas para tomarlas en infusión. Su recolección es lenta y laboriosa, por lo que se suelen cortar las ramas cada 6 o 7 años para extraer las flores. Cogerlas directamente del árbol no es rentable si no es para uso personal.
El tilo del Arenal
Plantado en 1809 en un vivero de Abando por el ingeniero agrónomo Santiago Brouard, fue trasladado frente a la iglesia de San Nicolás en 1816. Se convirtió en todo un símbolo para los bilbaínos que terminaron por llamarlo ‘el abuelo’. Unamuno se inspiró en él para escribir unos versos que luego regaló a su novia y Ramiro de Maeztu y José Ortega y Gasset llegaron a recitar bajo la sombra del tilo auténticos poemas de amor. 1894, Zuloaga lo pintó en uno de los paneles destinados al Kurding Club.
K-Toño Frade recordaba que su inigualable presencia se dejó sentir en «procesiones, bombardeos, conciertos y fiestas grandes en el Arenal florido, comparsas de carnaval, aguaduchos, regresos triunfales del Athletic, huelgas, manifestaciones de alegría y de protesta».
El 1 de abril de 1948, un fuerte vendaval lo derribó. Su tronco se partió a metro y medio de suelo. Cuentan que su copa cayó sobre las escalinatas de San Nicolás, como si ese fuera su último gesto de bilbaíno.
(El Correo. Domingo 28 de Octubre de 2007)